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HISTORIAS DE JAZZ

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HISTORIAS DE JAZZ

Como aquella historia que contaba Marino, ¿te acuerdas? Aquélla que siempre contaba una y otra vez hasta ponernos la cabeza loca. Qué tipo más curioso. Se apoltronaba en su sillón primero, para encenderse un buen habano de aquellos Punch que le enviaban de San Cristóbal, luego con ritmo pasmoso cogía una de sus largas cerillas y prendía una hebra de cedro hasta acercarla en pequeños círculos aéreos hasta prender una gran llamarada mientras sorbía como un dragón para dejar escapar las densas volutas de su moreno capricho. Empezaba a resoplar hasta dejar volar unas cenizas que habrían servido para comenzar un buen rito de Cuaresma. Luego pedía que entrásemos de uno en uno, blandiendo la tarjeta que nos había proporcionado su secretaria, aquella gordita que habría querido cantar en una gala del Ejército de Salvación, para pedirnos una improvisación de no mas de un minuto. Luego daba tres aplausos cortos y sentidos. “Te llamaré” decía. Y llamaba... ya lo creo que llamaba.

Cuando sonaba el teléfono te lo imaginabas allí sentado, con su puro y su ritmo cadencioso, exasperante. La historia cambiaba con aquella llamada. Luego llegabas al club, abajo en pleno Village, te recibía con su sonrisa burlona y sus mofletes colorados, reveladores de alguna ingesta en proceso de macerado. Empezaba la fiesta, el ambiente único. Las mesas ocupadas desde tres horas antes. Cigarrillos, y whisky...mucho whisky. Aquellas mujeres pedían mesa con semanas de antelación, se recogían el pelo en sus graciosos moños y movían sus hombros espasmódicamente dejando a su arbitrio sus idénticos collarcitos de perlas. Luego todo se recomponía como en un cuadro de Hopper, ordenado y preciso.

Última actualización el Viernes, 09 de Abril de 2010 09:12  

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kavafis

 Conocido y estudiado siempre por su poesía, las prosas de Cavafis son en sí un complemento magnífico para el conocimiento de la personalidad del autor, de su tiempo y de esa Alejandría siempre mítica que camina en la historia,  siendo cruce de caminos entre oriente y occidente, entre lo árabe y lo griego, entre el ser y la nada.

 

Kavafis eterno, sus prosas no tienen desde luego el interés de su producción poética; algunos textos, meros diarios, otros, impresiones que no conforman un cuerpo definido en su producción literaria. Pero esas prosas recopiladas por Tecnos-Alianza, son el aderezo imprescindible para la comprensión de la personalidad de un autor que cabalga entre dos mundos: lo clásico, que se reviste siempre de esa melancolía que conforma un modo de acercarse a lo arcano; y lo moderno, con esos tiempos que cambian constantemente aniquilando el mundo de ayer, que recreó Zweig con idéntica melancolía. Los textos, son una amalgama de impresiones, exposiciones, teorías, y esa curiosa obsesión cavafiana por las medidas térmicas. Margarite Yourcenar ya lo hizo notar en su "A beneficio de inventario", Cavafis adora las temperaturas y demás mediciones. Hacer constar la edad de su protagonista, los grados al comenzar el día, al atardecer, a todas horas, dotan a los textos de veracidad meteorológica, no exenta de simpatía; de realidad extrema. Lejos de la anécdota, las prosas ayudan a ubicar con extrema exactitud a Cavafis, en su mundo, en su eterna circunstancia, siempre cambiante, en sus estados de ánimo pero inmutable en su realidad;  nos permiten ver su vida más allá de la Rue Lepsius, conforman la realidad privativa de un hombre que a veces se nos puede diluir entre los textos de Forster o Durrell. Cavafis, el alejandrino, el griego, el inglés, todo a un tiempo son estas prosas, ejemplarmente recopiladas.