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PASEANDO CON RESPIGHI

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 paseando con respighi

 

Músicas que vienen del Aventino, como el color de esas chicharras que ya empiezan a decorar el universo sonoro del viejo foro. El niño Otto pasea por las calles del Trastevere escuchando los sonidos milenarios de un vendedor ambulante que quiso ser tartufo para sonreírle a esa siciliana que le recordaba a Sofía. Otto se fija en todo, en las sandías abiertas de aspecto eterno y sabor insípido, en las voces de reclamo de aquel niño, que pudo haber sido él, a quien algún artista de renombre le compró un periódico. Paseaba por las callejuelas estrechas, que ocultaban el Panteón, y se hacía con las imágenes de las visitantes sajonas que descongestionaban el rubor de sus mejillas con esos helados inmensos que le recordaban que ya era verano. Luego las fuentes que le salían al paso, las fuentes que siempre han refrescado al visitante, fuentes que aparecen cuando se las necesita, pero que se ocultan entre un marasmo de florecillas tempranas, o en los recovecos de piedras arcanas que vieron apoyarse a Shelley.

 

Salía a buscar los colores que derramaría su música, allá por el mercado de las flores.Las niñas se envolvían un gesto de decoro entre las faldas de sus madres cuando percibían su mirada cazadora, luego ya, mayores, sus faldas ya no escondían nada y era él quien debía esconderse en la sombra que proyectaba Marco Aurelio.

 

Por la noche Navona se llenaba de color, las mesas llenas con esos manteles a cuadros que impregnaban de rojo el aire, que otrora se llenó de ruidos de circo. De cuando en cuando, como recomendaba Henri Beyle, cuando se hizo llamar Sthendal, se dejaba llevar hasta alguna iglesia, donde admiraba las pinturas que habrían podido ser música.

 

Luego se sentaba a descansar en la  Via Appia, la Antica,  para rendir tributo a Cecillia Metella, y descubrió entre los pinos de Roma que Cayo Cestio tenía una pirámide y Keats dejó escrito su nombre sobre el agua.

 

Última actualización el Domingo, 19 de Junio de 2011 10:52  

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miguel hernandez

 

Miguel Hernández. Concha Zardoya.

NORTESUR

La editorial Nortesur está realizando un trabajo impecable en la eleccion de sus títulos y éste que presentamos no es si no una confirmación de tal extremo.Concha Zardoya realiza una semblanza que va mucho más allá de la mera biografía del personaje. Dividido en dos partes el libro presenta una hagiografía vital del de Orihuela. Su vida, su juventud, y los avatares de un hombre asceta que marcaron su vida y su obra. Lejos de remilgos y de estúpidas memorias hístóricas este no es un libro para recordar nada a ningún desmemoriado. Aquí se tratan los hechos vitales de un hombre que vivió como sufrió, y sufrió como vivió. Un personaje clave de nuestra historia, un poeta inmenso que no pertenece a ideologías ni a acredos. Pertenece a su hambre y a su miseria. No busquen anatemas políticos ni la politización del personaje, tan de moda ahora en todo lo que ocurrío antes de 1975. Este hermoso libro es un libro de poesía, de la ballíesima poesía de Miguel. En la primera parte se traza su vida de forma rápida y concreta , sin complacencias enlos detalles más horribles, porque el libro no tiene trampa. La segunda parte es un análisis casi científico de la palabra de Miguel, de su uso, sus recursos, su técnica. La interrelación de ambas permite la comprensión de la actividad de un poeta que no se presenta como ningún mártir si no como un maravilloso artista.... eterno.

Para  siempre Miguel Hernández

Tu risa me hace libre,
me pone alas.
Soledades me quita,
cárcel me arranca.
Boca que vuela,
corazón que en tus labios
relampaguea.